Los espacios independientes de comunicación atravesamos en las actuales circunstancias el peor de los momentos en toda la historia periodística nacional. Me atrevo a decir, desde que la radio fue la radio y sobrevivimos dictaduras, revoluciones y gobiernos democráticos, que hoy estamos a punto de la extinción y de ser parte de un cuadro estadístico dantesco que agravará aun mas el drama sociológico de una Nicaragua consumida en el silencio porque no tendrá válvulas de escape que le permitan liberar sus frustraciones.
Lo que está pasando es sumamente grave. Pequeños espacios radiales, muchos de ellos con tradición, publicaciones gráficas artesanales pero con un gran contenido documental e informativo, programas televisivos, se encuentran infartados en cuidados intensivos porque mientras el gobierno -el gran pautador- encontró la forma de aniquilar al estorbo de su naturaleza ideológica, -la prensa libre e independiente- la empresa privada tímida como siempre es incapaz de dar el paso dejando morir de esa forma a los únicos que podrían levantar la bandera de la libertad cuando el turno les toque a ellos.
El ahogo económico particularmente en la acera de la radiodifusión y para los programas independientes de la televisión tiene dos propósitos fundamentalmente malignos: Por un lado el gobierno persigue sacar del aire a las emisoras privadas en amplitud modulada y con ellas a cienes de radio periodistas que les son adversos.
El fin en éste sentido es que ante la falta de patrocinio publicitario los dueños de radio no tengan más remedio que vender a compradores interesados que haciendo de testaferros las pondrán al servicio del partido en el poder, a la sazón, un imperio creciente que cuenta con recursos económicos suficientes.
Mientras esto sucede y ellos consolidan su posición en el espectro radioeléctrico, los medios con los que actualmente cuentan y los periodistas que les sirven son premiados con la publicidad que desde el comienzo repartieron entre los suyos. Ellos no quieren ni enredarse ni perder tiempo lo han demostrado con posiciones de fuerza donde así lo han decidido. Por eso ahora, que saben que maniobraron bien y que por efecto de la división del gremio no encontraron resistencia, van con todo sabidos de que con el cuento ese de la austeridad y la lucha contra la pobreza es sensato que los fondos de la publicidad se destinen para esos menesteres.
Esa publicidad que está presupuestada es para apoyar proyectos que por su naturaleza deben darse a conocer. Muchos de ellos podrían ser condenados al fracaso si como ya está decidido le sustraen el elemento educativo que se divulga en los medios independientes que hoy languidecen. Es decir estamos frente a una administración que tiene un concepto de la economía mal entendido. A éste programa en lo particular no le afecta que por su posición editorial lo castiguen gubernamentalmente hablando pero sí le afecta lo que gubernamentalmente hagan contra aquellos empresarios privados que nos quieren patrocinar.
En las mismas condiciones están otros, que en espacios radiofónicos han sido y siguen siendo críticos de la ahora familia en el poder. Es decir el orteguismo erróneamente proyecta la aniquilación del pensamiento que le señala porque la existencia de este no es compatible con el trato que ya tiene diseñado desde su cliché ideológico para quienes nos constituimos como su oposición. Esto es sin embargo más destructivo para ellos que para nosotros porque su reacción es a la verdad y solo temen a ella los que no saben gobernar. Menos mal que cada vez son menos los gobiernos que tienen por política oficial perseguir al periodismo.
Los gobiernos de pensamiento efectivamente progresistas, amplios y tolerantes saben que la identificación de sus debilidades no está dentro de sus estructuras porque sus componentes más racionales comprenden que el líder de la empresa o el Presidente del país lo único que puede recibir de sus cercanos son halagos que se quedan en el oficio servilista. Esos que se embrocan en el oído de Daniel Ortega y le dicen que hay que demostrar quien es el que tiene el poder y que en consecuencia o nos hacen entender a las buenas o nos hacen entender a las malas, lo que están haciendo realmente es poner distancias entre el gobernante y el pueblo.
El presidente no puede reaccionar agradecido con aquellos que le dicen, solo por quedar bien, que todo está perfecto. Por el contrario cuando eso sucede es que todo está mal. Es cuando sus funcionarios le ocultan la verdad que el estadista, debe buscar en la prensa libre e independiente. El periodismo en Nicaragua es valiente, es digno, es de todo terreno y unido en defensa de sus intereses es poderoso. Ya hemos dicho antes que no somos aves agoreras, que nuestra intensión es ver crecer al país para crecer nosotros. Desgraciadamente los que no saben gobernar ven en nuestra responsable actitud signos equivocados de debilidad.
En los años ochenta una gran cantidad de periodistas tuvimos que irnos al exilio y los que quedaron no eran tantos como ahora existen. Eso permitió a los hombres de prensa sobrevivir en medio de la censura y el cierre de radios y periódicos. Ahora sin embargo que somos muchos y estamos todos aquí, la repartición del inexistente pastel publicitario, al menos para los independientes, ya está lanzado a la ocupación a cienes de cabezas de familia y aunque no decimos que el gobierno debe subsidiar a los que vivimos de la publicidad, sí puedo decir que hay en el gremio una clara percepción del castigo gubernamental a quienes somos críticos de sus horrores.
Pienso que un periodismo desunido y anti solidario como el nuestro es lo que hace posible que suceda el manoseo que estamos sufriendo y si no nos juntamos y si no hacemos causa común, los que nos castigan por ser críticos desde el Liberalismo y el Sandinismo contra el Danielismo, entonces alistémonos porque el verdugo magnificará la contundencia de su enojo hasta arrancarnos la lengua.
Pero cuando hablo de agonía periodística no me quedo en las necesidades sino que voy más haya de los obstáculos y las adversidades propias de una concepción cavernícola del gobierno en sus relaciones con los medios.
Si hacemos un alto para analizar el glosario de agresiones y amenazas del orteguismo en un tema tan sensible como la libertad de expresión lo primero que tendríamos que traer a colación es la explicación a la libertad que hoy tiene el “estresado carcelario” que asesinó a Carlos Guadamuz:
Tendríamos que traer a la memoria la vapuleada que sufrió Jorge Loáisiga de la prensa; Los robos de cables que han sacado del aire a Radio Corporación, Radio el Pensamiento, Radio 580, Radio 15 de Septiembre y últimamente Radio Managua y robos insisto que fueron tipificados muy convenientemente de vandalismo; No podríamos dejar al margen el bozal que quisieron imponer a Jaime Arellano, ni la velada guerra del gobierno contra el diario La Prensa y otras tantas cosas que hablan por si solas y que nos dicen que efectivamente nuestro país está bajo las botas de un dictador.
Pero lo más reciente es lo de Carlos Fernando Chamorro. En una actitud que reconozco sobradamente digna éste se va del canal ocho y se lleva “Esta Noche y Esta Semana” todavía no se sabe donde pero se los lleva para no ser comparsa de una mentira que trata de pintar de tolerancia una práctica rayada fundamentalmente con la ética y que deja como resultado final la aparente compra legal de un medio que proyecta la clara intención de ir más tarde por más pues al fin y al cabo tienen demasiada plata qué lavar.
Esperemos que el gobierno no someta por miedo a quienes puedan vender ese espacio televisivo que busca Carlos Fernando Chamorro. No hay duda que los que persiguen al periodismo libre hacen oír sus pisadas grandes y ahora es cuando los empresarios, que desean ser libres, apoyen las voces que a riesgo de nuestras propias vidas han estado dispuestas a enfrentar a ese mountruo grande que pisa fuerte.
Por Nicaragua cueste lo que cueste y que Dios nos bendiga siempre.
Moisés Absalón Pastora
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