viernes, enero 22, 2010

EN NICARAGUA LOS EFECTOS DE NUESTRA POLÍTICA.

Refiere el diccionario que la política es el arte de gobernar y eso nos traslada al manejo de situaciones complejas y a veces dramáticas que pueden resultarnos en mal o en bien. El producto final de la política sin embargo va más allá del simple acto de gobernar un país, una empresa, un hogar o una simple relación de pareja y en cualquier circunstancia los elementos vitales que se imponen son el olfato para percibir de donde vienen los hechos y la intuición precisa para defender o atacar posiciones en el momento exacto en que se debe hacer.

Poderosos intereses que tienen que ver con el oro y la plata han desfigurado la acción humana de la política y la han trasladado a los tiangues prostituidos de la mercancía prebendaría. Como si se tratara de mercados persas, valores, ideas, voluntades, principios y convicciones se apilan como cualquier clase de producto a los que etiquetan con precios que no distinguen capacidades sino que fluctúan de acuerdo a la dignidad que cada quien desee aparentar ante los cañoneros que disparan a mansalva contra los que espontáneamente se abren el pecho para que los perforen a conveniencia.

En Nicaragua particularmente la política es un elemento inevitable en cualquier lugar donde nos encontremos y solo se sustraen de ella jóvenes que prefieren la indiferencia antes que el análisis de su propia realidad y todo a pesar de que nuestra constitución es una de las pocas en el mundo que los avala para votar desde los 16 años. No sé en qué estriba el que la política no resulte hoy tan atractiva para nuestra juventud como antes, pero me atrevería a apostar que es nuestro estilo de hacer política la que aparta a la juventud de cualquier observación sobre la situación de su país.

En nuestro país se estableció con rangos de institución aquella frase de que aquí el plomo flota y el corcho se hunde. Con esa lógica la prostitución política trata de imponer sus inmoralidades a una sociedad en la que no solo la juventud es afectada en su creciente escepticismo por los problemas del país, sino que al final todos somos arrastrados a ese infernal abismo de maldades y oportunismos donde la bandera que ondea es la infidelidad a nuestra propia nación.

Esas prácticas no son ni remotas ni eventuales sino que suceden todos los días y a cada momento como para que nos acostumbremos. Es de esperar entonces que la politiquería y no la política estén obstaculizando el deseo de la gente de bien para incorporarse como solución a los tantos problemas que padecemos por nuestra reincidente inmadurez. Los nicaragüenses somos inteligentes y nos damos cuenta que por vanidad, egoísmo, intolerancia y oportunismo aquí todas las familias ideológicas Liberales, conservadores, resistencia, social cristianos y hasta sandinista están divididos en dos, tres o cuatro pedazos y en casos como aquellos que un día se dijeron “contras” hasta comiendo en el mismo plato de sus verdugos.

Esas alianzas, perturbadoras para cualquiera que tenga noción de lo que es el auto respeto, no se dieron por coincidencias ideológicas sino por cargos tomados a nombre del sacrificio y hasta de la sangre de los vilipendiados héroes y mártires de nuestras guerras que al final nunca imaginaron la calidad de anti-hombres por los cuales murieron. Mencionar nombres de quienes son reverendísimos camaleones de la política no vale porque al fin y al cabo por si solos se identifican todos los días pero si es bueno hacerles saber que la conducta de cada uno de ellos asquea.

Otro perfil entre aquellos que degradan la legítima acción de la política es la de los que representan enormes paredes para el reclamado entendimiento que la sociedad demanda en los liderazgos. Esos además de atizar los ánimos cuando surgen las disidencias o las divergencias se abanderan hipócritamente como componedores, pero muy en el fondo, se imponen por meta profundizar las diferencias porque eso los mantiene en la palestra de los medios y ese es el caso de los voceros en los partidos políticos cuyo proceder deja mucho que desear ante quienes los observamos Esos se olvidan de los partidos a los que dicen representar frente a las cámaras pero lo que reflejan son posiciones políticas personales que confunden y estimulan los fuegos ante otros pares ideológicos o ante la sociedad propiamente dicha.

Es aborrecible que a nombre de la política éste país haya sido víctima de tantas bajezas, y que por encima no fuera suficiente para evolucionar hacia un estado mental que traslade paz a los ciudadanos y permita involucrarnos para que otros no tomen decisiones que nos corresponden en función de nuestro país. Ese lamentablemente es el resultado de la politiquería.

Los politiqueros son fácilmente identificables. Están a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor. Son estimulantes de la polémica, la divergencia y el contrapunteo. Son el problema y no la solución. Cada uno de ellos son enfermos del figureo que saben de las debilidades mediáticas que los exaltan cuando no hay noticias y entonces los editores por cubrir un espacio o agotar un tiempo los entrevistan, los toman en cuanta y es cuando se hacen tan grandes que llegan a creer que son los líderes salvadores de un pueblo a la deriva.

En gran medida los nicaragüenses hemos sido víctimas de la ambición politiquera y aunque el deseo de superación es inherente al ser humano se vuelve malo, cuando el propósito es el poder por el poder mismo, anexado a la riqueza, a las dignidades que pretendemos simbolizar o simplemente a la fama. El problema de la ambición no está en la prosperidad, ni en la idea sana por aspirar a un mejor nivel de vida, dentro de unos límites razonables, sino en llegar a convertir la propia existencia en lucha, violencia y actividad febril por la riqueza, el encubrimiento personal, las alabanzas, las admiraciones. La ambición sin freno, la ambición como conducta y estilo de vida, no sólo es uno de los más graves impedimentos de la felicidad humana, sino que puede llegar a empobrecer y destruir el corazón del hombre y sus más nobles sentimientos.

El deporte nacional de los nicaragüenses es la política. Eso no va a cambiar y que bien que así sea porque es lo único que nos da la medida exacta para proteger nuestras conveniencias y nuestros intereses de patria, de nación. Eso incluye dejar a los politiqueros que se engañen solos y asumir los que creemos en la política sana que el tiempo nos es demasiado precioso y corto para desperdiciarlo en aquellos que están expuestos, que todo el mundo saben lo que son y que a la hora que llegue el momento por sus propios actos serán simplificados y apartados, no por la vía de un decreto, sino por si mismos porque a la hora de la unidad, nadie que se incorpore a la misma querrá más obstáculos y más estorbos.

Este país necesita de gentes de bien que teniendo a Dios en sus corazones merezcan alcanzar la dignidad que un verdadero político debe tener y no confundirse con eso de que por ser tapudo, pendenciero o terrorista se puede alcanzar tan alto privilegio. Los politiqueros no tienen escrúpulos. Se auto concientizan y piensan que nadie se da cuenta de lo que hacen. Valoran que cada una de sus acción no solo es correcta sino que los demás la comparten. Ellos se exponen al ridículo pero en su interior están convencidos que lo suyo es un acto heroico por el cual hasta debemos sentirnos agradecidos.

No les merece una sola reflexión auto flagelarse moralmente. Es más se desconectan de todo parámetro de dignidad para meterse como las cucarachas chinas por cualquier hendija a fin de figurar. No les importa que trasero lamer con tal de escupir en rueda de grandes. Son sinvergüenzas que siendo la peor calaña te hablan delante de gentes decentes de honestidad, honradez y transparencia.

Esos son los politiqueros pero la política no tiene nada que ver con ellos. Debemos involucrarnos en política. Hay gente que dice la política a mí no me da de comer, pero si los malos se apoderan del espacio que los buenos no queremos ocupar entonces te puede dejar sin comer y está sucediendo porque los perversos están reprimiendo a los que no pensamos como ellos.

No permitas que otros decidan por ti. Involucrarse es decidir. La libertad es un tesoro tan grande que no es posible quedarnos en casa sin hacer nada mientras la politiquería se apodera de todo. Tienes un espacio y una trinchera en ésta lucha ocúpalo para que sigamos siendo libres.

POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.


Moises Absalon Pastora

No hay comentarios.: