viernes, enero 08, 2010

FALTA VALOR

Moisés Absalón Pastora.

DETALLES DEL MOMENTO. NOS FALTA VALOR.

La sociedad nicaragüense sufre y languidece enormemente por sus altos contrastes en la acción y el debate de sus necesidades y de sus conveniencias. Somos capaces de identificar donde se origina el problema pero aunque sabemos cual es la solución tomamos el camino más largo y pedregoso para llegar al fin. Lo peor sin embargo es que en el andar de la ruta vamos peleando y discutiendo con quien nos encontremos, y convencidos generalmente de que la cadencia de nuestro paso es mejor que cualquier otro, -no vale lo errados que podamos estar- no distinguimos que gastamos energías innecesariamente y que cuando al fin llegamos a donde queríamos estar, ya nada tuvo ni fruto ni importancia porque para entonces otro problema nos alcanzó y así en la búsqueda de otra solución volvemos a reiniciar el ciclo y para cuento de nunca acabar quedamos en lo mismo.

Pienso que a los sociólogos y a los psicólogos les quedó totalmente corta la vista para ver el alma del pueblo nicaragüense porque los diagnósticos -cada vez que los oigo- me suenan equivocados porque al proyectar el origen de la discordia razonan sobre elementos que ya conocemos porque en carne propia los sufrimos. Al final los psico analistas terminan evadiendo decir -seguramente porque padecen el síndrome- que lo esencial es que hemos perdido el valor y nos hemos llenado de envidias e hipocresías.

Nicaragua sufre hoy una profunda contradicción social, económica y política porque moralmente estamos corrompidos y cuando eso pasa lo primero que perdemos es el valor. No me refiero al valor de ir a pegarle una trompada al que piensa distinto a mí. Tampoco a la capacidad que cada quien crea tener para pegar cuatro gritos y decir cualquier cosa para acabar con la dignidad y honra de cualquier persona sin que medie cuan inocente sea. Menos tomar un arma para persignar a balazos a quien consideremos un enemigo en la otra acera de mi partido o de mis intereses.

El valor mas que una medida es una acción porque en el estricto apego a su significado lo que pondera no es lo que realizamos en su nombre sino hasta donde podemos llegar para hacer lo correcto y solo lo correcto, porque cualquier otra cosa que no sea la búsqueda de lo bueno deja de ser valor y se convierte en cobardía y tengo la absoluta sensación que Nicaragua llora estar habitada por cobardes.

Es cobarde quien ha mordido la mano del amigo que le dio de comer. Aquel que habló con la boca llena. El que maldice la vaca y se toma la leche. El que habla de democracia y es un dictador. El que invoca la expresión y el pensamiento libre y te impone la censura. El que habla de códigos de ética y de honor y no respeta sus propios principios. El que llegó por la vía de otros a posiciones cimeras y nunca fue capaz de dar al menos las gracias a quien sirvió de escalera. El que cree que una misa vale para llegar a Roma. El que abandona a su familia para irse a otra casa. El camaleón humano que cambia de color de acuerdo a las temporadas del poder. El que se convierte en enemigo mortal porque cree merecerlo todo o porque dejo de recibir. Aquel que en las buenas te juró guardar un secreto y en las malas se convirtió en tumba abierta. El que por razones de pesos y centavos hoy se revuelca como porcino en la cloaca desde donde hoy gobierna el enemigo que ayer decía tener. Es el oportunista que por estar bien en lo personal no le importa que los demás podamos estar mal.

Todavía son pocos los parámetros utilizados para identificar al cobarde pero estoy seguro que son suficientes, para que aquellos que lo son, se vean en el espejo y en la inmensa soledad de su corazón y de su alma se avergüencen por escoger el camino más fácil hacia al desprestigio y desprecio, que por ellos sentimos, los que tenemos el valor para dejar que la ira y la justicia sean únicamente de Dios.

Esos que no saben nada del valor son pocos y si suenan aparentemente más que los que sí lo tenemos, es solo porque cuentan con medios y presupuesto asignado por el gobierno desde donde gerencia la cobardía. Sin embargo todo eso es muy circunstancial porque lo que hoy defienden, y que fue producto de la división, es pasajero y ya traspasó la mitad de su camino y cuando se acabe vendrán otros que para entonces ya tendrán identificados a los cobardes, a los que se doblaron y a los que no contentos con semejante atentado contra la dignidad, se sobraron para incurrir hasta en la traición.

Cuando ese día llegue tendremos el valor, no para vengarnos, -Dios nos libre- sino para sortear las piedras con las no podemos volver a tropezar. Debemos terminar con esa actitud incomprensible de premiar en terceras o cuartas oportunidades a individuos que nunca lo merecieron y que con saña hicieron un gran daño al país y a los espacios de libertad que hoy son amenazados sin vacilaciones por quienes están propuestos a paredonear a la democracia como sistema político.

Todo hace indicar que las partes que no hace mucho estuvimos en contienda dentro del mismo liberalismo están acercando sinceramente posiciones. Sin embargo la voluntad que puedan tener los líderes, Arnoldo Alemán y Eduardo Montealegre deben revestirse de valor para resistir a aquellas voces que por sentirse marginadas, producto de su propia necedad e inmadurez, pretendan bloquear el ímpetu valiente de quienes ya superamos las recriminaciones y señalamientos que precisamente permitieron el ascenso al poder de Daniel Ortega.

Hay gentes que por ahora no quieren darse la oportunidad de abrazar el verdadero significado del valor. Lamentablemente confunden el concepto con un espíritu de resistencia, tan a ultranzas, que deja malparado a quien no reconoce lo equivocado que está al ir contra la corriente de los nuevos tiempos. El valor no está en vencer, sino en convencer. El valor no es la trompada contra aquel que piensa diferente a mí, es amansarlo con la fuerza de la razón. No es valoroso alguien por alcoholizarse más, ni por tener más mujeres, sino aquel que edifica y es capaz de ser sacerdote de su templo, el hogar, donde habita la familia, nuestros seres queridos. De la misma manera los ciudadanos tenemos un templo, nuestro país, y todo lo que hagamos debe ser en función de nuestra tierra, de nuestra patria.

Debemos los liberales y todos los demócratas de éste país tener el valor de reconocer que todos tenemos una cuota de responsabilidad en la presidencia que ostenta Daniel Ortega. Nada de valor tiene decir aquel fue y menos la terquedad obsesiva de mantener un oposicionismo fanático, que sino hizo daño antes no lo hará ahora, pero que de todas formas cansa y aburre en una coyuntura en la que todos coincidimos en que lo primordial y lo fundamental es bajar de donde está al dictadorzuelo que tenemos por presidente.

Para esos corazones duros que confunden el valor con el resentimiento y que muy en el fondo de su conciencia saben que están pagando los costos políticos de su necedad deberían conectarse con la realidad y abandonar los pleitos, las malas caras y las sacadas de lengua solo porque fracasaron en sus propósitos de venganza contra aquel que con todo el derecho que le asiste dice estar dispuesto a medirse con cualquiera en una primaria. Hay que tener valor para reconocer los errores y hay que tenerlo en beneficio de nuestra propia subsistencia política en el caso de aquellos que aspiran a sobrevivir en ese medio, sobre todo cuando hay tantos miles de ojos que nos observan y que al final determinan si somos una solución o un problema para los intereses de todos.

Por no tener el valor de rectificar, de corregir el rumbo errado por el que andamos, podemos ser marginados, podemos perder la oportunidad de ser tomados en cuenta, podemos perder a nuestros aliados y amigos en cualquier empresa que nos propongamos pues al fin y al cabo lo que todos perseguimos es alcanzar nuestras metas y aquí hay un pueblo que quiere recuperar la democracia que nos ha sido arrebatada y prestará sus oídos para berrinches de inadaptados y resentidos que cansaron tanto que se quedaron sin voz.

POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.

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