En el debate público sobre las cualidades que deben tener las personas que ocupen los altos cargos públicos que la Asamblea Nacional tiene que elegir próximamente, alguien ha dicho que ésta es una tarea como la de Diógenes, el filósofo de la antigua Grecia que con una lámpara o antorcha en la mano buscaba en las calles de Atenas al hombre intachable que nunca encontraba. Quien hizo esta observación se refería, sin duda, a Diógenes de Sínope, quien vivió en el siglo III antes de Cristo. Valga la aclaración, porque unos cinco siglos después hubo otro famoso filósofo griego llamado Diógenes Laercio.
Aunque Diógenes de Sínope no dejó nada escrito, se conoce que sostenía la doctrina de que la pobreza extrema era la máxima virtud. Y para predicar con el ejemplo, vivía como un vagabundo, en la más absoluta miseria, denunciaba la codicia, el egoísmo y demás vicios humanos, y recorría las calles de Atenas a donde fue exiliado, buscando un hombre justo, honesto y bueno en aquella sociedad en la que a su juicio las virtudes de la honestidad, la bondad y la justicia habían desaparecido.
Pero en el caso de la próxima elección en la Asamblea Nacional de las personas que van a ocupar los cargos en la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría General de la República, la Fiscalía, la Superintendencia General de Bancos y otras Entidades Financieras y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, la verdad es que en la sociedad hay suficientes profesionales, académicos, dirigentes del sector privado y activistas sociales, que reúnen las condiciones de idoneidad y probidad que se requieren para desempeñar esos cargos con honorabilidad y eficiencia. Todo es que quienes eligen, o sea los diputados, los quieran encontrar. Y para esto no necesitan vestir andrajos ni salir a la calle a buscarlos con una lámpara en la mano...SIGUE INFORMÁNDOTE
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