jueves, enero 07, 2010

DETALLES DEL MOMENTO: LA DESCONFIANZA

Por: Moisés Absalón Pastora.

DETALLES DEL MOMENTO.

LA DESCONFIANZA.

Las relaciones perduran en la medida que los espacios en que se muevan sean totalmente seguros. Para que cualquier propósito o empresa sea efectivo el factor de la seguridad, de la certidumbre es y debe ser una condición sinequanon. Cualquier elemento que no responda a éste planteamiento y que empañe la inmaculada virginidad de la confianza se convierte en el otro polo de lo que pretendemos. La confianza es el pulso y el latido del éxito. Sin ella nada podría fundamentarse. Cualquier cosa que se haga sin el elemento que representa está destinado al fracaso.

La desconfianza es perniciosa. Es un ancla que nos sujeta al fondo y no nos permite evolucionar porque lo que nos imprime es miedo a tomar decisiones para avanzar. Para que la desconfianza haya tomado plaza en nosotros tuvo que haber antes un acto desleal, una traición que nos dolió y marcó tanto que se convierte en una película automática que se activa en nuestras mentes cada vez que tratamos de reeditar situaciones por las cuales se nos sembró el temor o el miedo, por algo por lo que ya antes hemos pasado. Por eso se dice que cuando se traiciona la confianza nunca las cosas vuelven a ser igual.

La desconfianza es entonces un bajo instinto y los corazones nobles no deberíamos cargarla pero qué pasa cuando la traición y la deslealtad la han inoculado? Traslademos de lo personal a lo nacional éste problema de la desconfianza y evaluemos el daño que nos han hecho aquellos que la han generado. En una ocasión el ex-embajador de Japón en Nicaragua, Mitsuhiro Kagami, decía que en nuestro país la forma de hacer política es muy difícil de entender para los extranjeros y que la misma cambia todos los días. Con ello quiso decir diplomáticamente que vivimos enfrentados tratando unos y otros de hacernos daño.

Desconfiar es marcar una distancia, levantar un muro, evitar la comunicación o dañarla, perderse cosas que pueden ser útiles para el crecimiento espiritual de los individuos, de los grupos, de sociedades completas. Desconfiar es juzgar por anticipado. Etiquetas, apodos, sobrenombres, es el rostro de la suspicacia que resta y divide, que separa y ahuyenta; que obstaculiza y congestiona las vías por donde fluirían de forma natural las relaciones, la comunicación y la solidaridad; oxígeno que nutre la salud de esos conglomerados humanos que todos llamamos sociedad.

El mundo de la desconfianza está plagado de fantasmas. Cansa desconfiar todo el tiempo de todos. No es ni siquiera saludable. Algunos creen ver micrófonos, cámaras, identificaciones y teléfonos intervenidos donde no están. Es angustioso desconfiar de todo y de todos. Es injusto, además de absurdo propiciar y servir de vehículo a los rumores y suposiciones infundadas sobre personas que nos acompañan, visitan, o simplemente se interesan por nosotros.

No hay que vivir juzgando. Al fin y al cabo no somos dioses. Tampoco personas amorales que deban ser excomulgadas de algún sitio. Si perseguimos la identidad nacional, familiar e individual, si buscamos la justicia social, el bienestar general, la solidaridad, la libertad, el respeto por la diversidad; si luchamos por todo esto apelando a la no violencia, al diálogo y la reconciliación; si por esas cosas debemos ser vigilados, juzgados y condenados; pues bienaventurados nosotros, porque muy mal debe estar el resto para el que, con tales ideales, resultemos sospechosos. Cualquier sociedad normal en el mundo se enorgullecería de esas ambiciones, de los ciudadanos que las atizan, de los grupos sociales que las defienden.

La desconfianza nos está llevando a la degradación moral. Si sus efectos son perniciosos en el universo de mundos tan pequeños como una pareja, un hogar o una empresa, entonces imaginemos lo que puede hacer alrededor de un todo. El reflejo de esto último puede ser perfectamente el país que tenemos y que lo mal conducimos porque lo único que aflora en ésta Nicaragua es desconfianza. El gobierno es visto con desconfianza por la mayoría del pueblo. El pueblo por su parte se siente solo porque tampoco confía en sus defensores porque están divididos.

El presidente sabe que no las tiene todas consigo, sin embargo en vez de corregir los errores del pasado los está profundizando enviando un mensaje equivocado a quienes quieren sentirse seguros de vivir en un presente diferente con los mismos que ayer menospreciaron la confianza que todo un pueblo había depositado en ellos y que lamentablemente desembocó en una guerra fratricida que nadie quería entonces y nadie quiere ahora.

Por su parte los que por separado representamos a la mayoría de los nicaragüenses que no votamos por Daniel tampoco la tenemos consigo. Unos y otros hablamos de unificarnos pero nos matamos aunque la base exija, reclame y demande la unidad. Es decir los dirigentes y los dirigidos, los de arriba y los de abajo, desconfiamos. Así las cosas Nicaragua entera es una víctima de la desconfianza y eso, por el bien de todos, del gobierno, de los sandinistas, de la oposición, de los liberales y la democracia debe encontrar un fin porque de lo contrario en el camino seguiremos hallando problemas y no soluciones y eso es desgaste sobre desgaste en contra de la patria.

Creo que es imperativo que los liberales superemos nuestros miedos y dejemos a un lado la desconfianza. Es necesario que enfundemos los machetes y nos sentemos a platicar. Es necesario que los interesados en crear un marco confiable hacia la confianza dejen de escuchar el discurso altanero de la división en aquellos que torpedean la unidad.

POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.

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