martes, septiembre 01, 2009

TORRES DEL DIABLO



De la declaración de Tomás Borge acerca de que el FSLN no volverá a cometer el “error” de entregar el poder, cualquiera que sea el precio que deban pagar, no queda claro si es algo ya decidido o sólo una propuesta del mismo Borge. Pero de todas maneras se trata de una siniestra amenaza contra la supervivencia de la democracia en Nicaragua, proveniente de alguien que pertenece a la cúpula del FSLN y debe saber muy bien lo que dice.

Cabe recordar que después que el FSLN perdió las elecciones del 25 de febrero de 1990, en la dirigencia de dicho partido se discutió intensamente si debían entregar el Gobierno, o desconocer el resultado de los comicios y quedarse en el poder a cualquier costo, bañando en sangre al país si fuera necesario. Y cabe suponer que entre los que abogaban por esto último estaba Tomás Borge, quien era uno de los más fanáticos y represivos comandantes de la revolución sandinista.

En aquella ocasión se impuso la corriente de quienes se pronunciaban por ceder a las presiones de la comunidad internacional para que entregaran el Gobierno, pero a cambio de una serie de condiciones fundamentales, las cuales fueron acordadas primero verbalmente y después consignadas en el llamado Protocolo de Transición. Esto le permitió al FSLN quedarse con gran parte del poder real y seguir gobernando “desde abajo”, como lo proclamó Daniel Ortega al reconocer públicamente su derrota electoral, el 27 de febrero de 1990. Sin embargo, en un sector del FSLN quedó la sensación de que fue un error haber entregado el Gobierno. Y es obvio que siguen pensando lo mismo, según se infiere de las cavernarias declaraciones de Tomás Borge.

A Daniel Ortega y su partido FSLN no les importa que son minoría en la sociedad. Lo único que les interesa es mantenerse en el poder cueste lo que cueste. Fueron minoría en las elecciones del 25 de febrero de 1990, cuando la UNO obtuvo el 54.7 por ciento de los votos y el FSLN el 40.8 por ciento. Volvieron a ser minoría en noviembre de 1996, cuando Arnoldo Alemán y el PLC ganaron con el 51.03 por ciento de los votos y Daniel Ortega consiguió sólo el 37.75 por ciento. Siguieron siendo minoría en las elecciones de 2001, cuando Enrique Bolaños y el PLC ganaron con el 56.30 por ciento de los votos, contra el 42.30 por ciento de Ortega y el FSLN. En las elecciones de noviembre del 2006 Ortega y el FSLN quedaron otra vez en minoría, con sólo el 37.99 por ciento de los votos versus el 55.41 por ciento de los liberales Eduardo Montealegre y José Rizo; pero el FSLN ganó la elección porque Arnoldo Alemán había pactado con Daniel Ortega para bajar el umbral electoral al 35 por ciento y por eso el liberalismo se dividió en dos partidos y dos candidaturas presidenciales. Y una vez más el FSLN fue minoría en las elecciones municipales de noviembre de 2008, pero se las robaron descaradamente.

De manera que desde 1990 hasta ahora Daniel Ortega y su FSLN siempre han sido minoría, pero han podido gobernar tanto desde abajo como desde arriba, debido principalmente a la utilización de las turbas represivas, a una estrategia mediática y propagandística de corte totalitario y al control de los órganos del Estado para el espionaje y la coerción.

A juzgar no sólo por lo que dice Tomás Borge sino en general por el comportamiento absolutista de Daniel Ortega, de su gobierno, de su partido, de sus fuerzas de choque, del gran fraude que como ensayo general perpetraron en las elecciones municipales de noviembre pasado y de la estrategia internacional del Alba de Hugo Chávez a la que Nicaragua ha sido uncida, se podría pensar que nunca más habrá elecciones libres y que jamás los sandinistas orteguistas volverán a entregar el poder.

Pero eso ya lo veremos. “Torres de Dios” llamó Rubén Darío a los poetas y si el gran bardo nicaragüense hubiese conocido a estos políticos absolutistas que a cualquier precio quieren eternizarse en el poder, seguramente los hubiera llamado torres del diablo. Pero torres más altas que la del poder opresivo y la soberbia totalitaria de Daniel Ortega y Tomás Borge se han visto caer en el mundo y las hemos mirado derrumbarse también aquí, en Nicaragua.

(Editorial Diario La Prensa Ni. 010909

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