viernes, diciembre 21, 2007

CHAVEZ, EL INSIGNIFICANTE ORTEGA Y EL "HERMANO" MARULANDA



06:00 pm | 19 Dic 2007 |

Fernando Londoño comenta hoy las declaraciones de Ortega llamando “hermano” al terrorista Marulanda. Para el ex-Ministro, quien afirma que el nicaragüense no hace ni dice nada sin seguir el libreto de Chávez, de lo que se trata es de exasperar a Colombia, de penetrar en sus asuntos internos, de darle juego y prestigio a las Farc.

Esta es su columna completa:

Por el camino de la sangre, cada uno tiene los hermanos que Dios se digne mandarle. Pero cuando la hermandad es voluntaria y consciente, los hermanos son los que se merecen. Daniel Ortega, el insignificante sujeto que se hizo por segunda vez Presidente de Nicaragua, ha querido tener por hermano a “Marulanda”, que no es otro que el “Tirofijo” que asoló campos y ciudades, asesinó a miles, se robó también miles de niños para su inicuo grupo de delincuentes, ordenó que se pusieran minas que llaman quiebra patas, porque no se preparan para matar sino para destrozar y hacer más cruel la agonía de la víctima. Fue el mismo que destruyó tantos pueblos como pudo, dejando la huella de sangre y de penas que recordamos con horror. Y fue el secuestrador sin entrañas, que le puso precio a los desgraciados que cayeron en sus garras, ora para cambiarlas por billetes, ora por sus compañeros de crimen. Quedaba por decir, que en sus últimos años tuvo espacio para penetrar en el mundo del narcotráfico, la peor desvergüenza conocida en nuestro tiempo.

A ese sujeto, muerto hace rato y que habrá recibido de Dios el castigo que los hombres no le dieron, es al que llama hermano el ex guerrillero sandinista. Bien vistas las cosas, fueron hechos el uno para el otro. Si nos hubiéramos dado a la tarea de encontrarle a Ortega un hermano colombiano, difícilmente le habríamos encontrado otro más a propósito. Hechos a su entera semejanza, cortados por la misma tijera, quedaron condenados para siempre a esa forma de vecindad espiritual. Lo que nadie habría esperado es que el propio Ortega reclamara el triste honor de aparecer ante la historia como alma gemela de la más oscura y abyecta que podamos recordar. Las afinidades electivas funcionan. No en balde por exponerlo en obra maestra ha sido considerado Goethe como uno de los más finos sicólogos de todos los tiempos.

Pero hasta ahí lo que tenemos es un problema moral, que nos interesa poco tratándose de un pobre diablo como Daniel Ortega. Por desventura, cobra características y rango políticos, y ese es otro cantar. Porque el guerrillero de ayer y presidente de hoy, lo es de un país vecino, con el que tenemos la cercanía conocida desde nuestras islas de San Andrés y Providencia. Y sobre todo, porque la hermandad se amplía con Hugo Chávez, el que también llama a Marulanda, lo convoca, lo cita y le propone que se reúna con él en los llanos del Yarí.

La cercanía entre Chávez y Ortega no es solo de estilo, de maneras y de esa confusa identidad ideológica que encuentran en el marxismo trasnochado que ambos practican. Es que Chávez es el amo de Ortega, como que le regala combustible, le da de encima para que construya casas y le tiene prometida una refinería suficiente para darle gasolina a Centroamérica toda. Si el que paga manda, en este caso la cosa es más visible, como que el que manda es dueño del que recibe. Y como que a ambos interesa crearle a Colombia soberano problema de política internacional. Ortega no dice y no hace nada cuyo libreto no venga de Venezuela. Por donde estas impertinencias tienen el origen que conocemos y el objetivo que cualquiera comprende. Se trata de exasperar a Colombia, de penetrar en sus asuntos internos, de darle juego y prestigio a las Farc, de poner a Uribe como el testarudo que no quiere intercambios, a sabiendas de que lo que interesa es el acto previo, el despeje, camino certero para recuperar el país y la guerra que perdieron.

Chávez tiene gravísimos problemas domésticos, bien se sabe. Ortega los tiene y los tendrá peores. A los dos conviene un conflicto externo para que su gente se distraiga de la cuestión fundamental, sus pésimos gobiernos. Si además con eso pueden darle rienda suelta al pequeño comunista que llevan dentro, tanto mejor. Y es por todo eso que confiesan hermandad con el más despreciable y vil sujeto que vivió en Colombia. Por supuesto, si esos son los hermanos, cabrá preguntar por su madre común. Tal vez ahí esté la clave final del acertijo.

Mi hermano Marulanda
Fernando Londoño
La Opinión (Colombia)

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