sábado, diciembre 15, 2007

SINDROME DE ESTOCOLMO


Síndrome de Estocolmo
Eduardo Enríquez
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El embajador de Estados Unidos en Managua, Paul Trivelli, dijo esta semana que si Arnoldo Alemán es rehén de Daniel Ortega, entonces “debe tener el Síndrome de Estocolmo más serio del mundo”.

La reacción del diplomático se dio cuando los periodistas le preguntaron lo que pensaba sobre una Ley de Amnistía que beneficie a Alemán, Eduardo Montealegre, Enrique Bolaños y otros, para liberarlos del control que el compañero comandante pueblo presidente Daniel tiene sobre el Poder Judicial. Un control que en gran parte se lo ha cedido Alemán gracias al llamado Pacto, que le permitió a Ortega, aún estando fuera del Gobierno, contar con la mitad y más del control de los poderes del Estado.

El Síndrome de Estocolmo, según Wikipedia, es un estado sicológico en el que la víctima de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador.

Yo no estoy tan seguro de que Alemán sufra del citado síndrome, porque tampoco estoy tan seguro de que Alemán sea un rehén. Tampoco estoy tan seguro de que la cacareada amnistía vaya a funcionar en su caso y una vez otorgada el hombre se sienta libre y pueda administrar el capital político que le queda, sea cual sea, para el bien de los nicaragüenses.

Eso no lo creo porque no lo hizo ni cuando era libre, el hombre más popular y más poderoso de Nicaragua, contando con más del 50 por ciento de los votos de los nicaragüenses. En aquel ya lejano momento, Alemán se dedicó a buscar un pacto con Ortega, que no tenía ningún control en ninguno de los poderes del Estado, sólo para que, según él, Ortega le dejara hacer desde el Gobierno lo que le viniera en gana, que básicamente era enriquecerse de manera obscena.

Obviamente le salió el tiro por la culata, y lo que ha hecho desde entonces es usar el poder político que tiene para mantenerse a flote. O sea, escasamente ha sobrevivido políticamente a cambio de otorgarle todo lo que Ortega pida. Hasta su hija lo dijo una vez: “Si hay que entregarle Nicaragua por la libertad de mi padre, se la entregamos”. Pues le entregaron Nicaragua, pero no obtuvo la libertad.

Así que lo que hay aquí no es ni secuestrado ni secuestrador, aunque a veces lo parece, sino un acuerdo gangsteril.

Sin embargo, ojo, en esta historia sí hay alguien con Síndrome de Estocolmo. Y no es una persona, somos los más de cinco millones de nicaragüenses que vemos que se cometen los mayores abusos imaginables y nos quedamos impávidos, no reaccionamos.

Un ejemplo triste se dio el jueves. La Coordinadora Civil convocó a una marcha y llegaron 400 personas. ¡Si por poco y hay más policías que manifestantes! Semejante marcha, que llegó hasta la casa-despacho presidencial-secretaría partidaria de Ortega, lo único que hizo fue reafirmarle su convicción de que, al menos en el corto plazo puede hacer lo que le da la gana y no va a pagar ningún costo político.

La verdad es que los políticos —sobre todo los nuestros— de una manera u otra van a encontrar la forma de arreglarse y repartirse el pastel. ¡Y lo van a justificar!

Como estamos viendo en los ejemplos de Venezuela y Bolivia, en estos tiempos en que ya no luce la lucha armada, los pueblos pueden doblegar a los tiranos o aprendices de tiranos, actuando, manifestándose y enfrentándolos en todos los ámbitos.

Esperar que una amnistía nos solucione los problemas, o que “surja un líder”, no nos lleva a nada. “Un líder” puede resolver, pero sólo si sabe que la gente está “ojo al Cristo” y no le va a permitir ningún “aleteo”.

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