sábado, diciembre 29, 2007

VIDAS PARALELAS: 291207

Editorial La Prensa.ni

La Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, al deplorar el asesinato de la líder democrática de Pakistán, Benazir Bhutto, pidió un aplauso para ella. Fue muy sincera la expresión de dolor de la mandataria chilena, sin duda, porque siendo ella militante de izquierda, socialista, es una demócrata verdadera, amante de la libertad y defensora de la dignidad y la vida de todos los seres humanos, no sólo de quienes piensan y actúan como ella.

Otra cosa es la hipocresía de quienes dicen lamentar el asesinato de Benazir Bhutto, pero sólo para manipularlo y lanzar su odio venenoso contra los medios de comunicación independientes y democráticos; y también para usarlo como pretexto para reforzar el control policial sobre algunas personalidades políticas del país, con el cuento de que hay que protegerlas para que no les ocurra lo mismo que a Benazir Bhutto.

Sin embargo, esa manipulación perversa no engaña a nadie que no quiera dejarse engañar. Aquí nadie puede ignorar durante cuáles gobiernos es que se han cometido asesinatos de esa clase y quiénes son los que hasta han erigido un monumento para rendirle culto al crimen político. En Nicaragua todo mundo sabe que quienes han puesto las víctimas del crimen político son los demócratas y luchadores por la libertad, y que sus victimarios han sido los dictadores y los extremistas.

Precisamente por eso, las imágenes de los funerales de Benazir Bhutto, con el acompañamiento de multitudes adoloridas y enardecidas, trajeron a la memoria de muchos nicaragüenses lo ocurrido en Managua cuando asesinaron al doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el 10 de enero de 1978. En Nicaragua se culpó al dictador militar Anastasio Somoza Debayle por el asesinato del doctor Chamorro, y en Pakistán se culpa al dictador militar Pervez Musharraf por el asesinato de Benazir Bhutto. En Nicaragua, el asesinato del doctor Chamorro Cardenal desencadenó una insurrección popular que fue aprovechada hábilmente por el FSLN para derrocar a la dictadura dinástica somocista e imponer un nuevo régimen dictatorial, el cual resultó peor que el anterior. En Pakistán, el asesinato de Benazir Bhutto ha provocado grandes y violentas movilizaciones populares y una grave crisis política que no se sabe hasta dónde llegará ni cuáles serán sus consecuencias.

Si el gran biógrafo griego de la antigüedad, Plutarco (120-47 aC), pudiera vivir ahora y actualizar su célebre obra Vidas Paralelas, podría incluir las de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y Benazir Bhutto. Ambos fueron tenaces y heroicos luchadores por la democracia. Los dos fueron grandes líderes de sus pueblos y dieron su vida por la libertad. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y Benazir Bhutto sabían que podían matarlos por sus convicciones y por su lucha, pero nunca se arredraron. “Yo sólo digo que sí tengo miedo, pero cada quien es dueño de su propio miedo”, respondió el doctor Chamorro Cardenal cuando los periodistas le preguntaron si no temía que atentaran contra su vida. La señora Benazir Bhutto, en un artículo que escribió porque no le permitían pronunciar discursos, publicado el 8 de noviembre recién pasado en periódicos de diversos países, dijo que “es peligroso enfrentarse con una dictadura militar, pero más peligroso es no hacerlo”.

Benazir Bhutto escribió en ese memorable artículo que: “Estados Unidos puede promover la democracia, que es la única manera de frenar verdaderamente el extremismo y el terrorismo, diciéndole al general Musharraf que no acepta la ley marcial y que espera que en Pakistán haya elecciones libres, justas, imparciales y con la presencia de veedores internacionales en menos de dos meses, bajo la autoridad de una cámara electoral reconstituida. Al general se le debería dar esa opción: democracia o dictadura aislada”.

Es evidente que Estados Unidos atendió aquella recomendación de Benazir Bhutto y presionó a su aliado, el presidente paquistaní Pervez Musharraf, para que convocara a elecciones parlamentarias que fueron programadas para el 8 de enero próximo. Benazir Bhutto presentó su candidatura para esas elecciones y sin duda que su partido habría obtenido los votos suficientes para que ella volviera a ser, por tercera vez, la Primera Ministra de Pakistán.

Seguramente por eso la mataron. Pero bajo su inspiración el pueblo paquistaní y todos los pueblos oprimidos del mundo, incluyendo el de Nicaragua, terminarán viviendo en democracia y siendo libres para siempre.

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